La historia de Sana, Manal y Maryam tienen un denominador común: la violencia sexual que les impuso un embarazo, y tras este cargar con la condena, el rechazo, la estigma y discriminación sexista que persigue a las mujeres que maternan en solitario en Marruecos.
Sus relatos y el de otras 12 mujeres marroquís que recoge el libro: ESTA ES MI HISTORIA deja en evidencia dos cosas: que el ejercicio de la maternidad puede ser una pesada carga -en algunos contextos- donde solo es legitima cuando un hombre-padre acompaña ese ejercicio. Y dos; visibiliza una desigualdad legitimada mediante el Código de Familia marroquí que no solo no las reconoce sino que también les coloca obstáculos para impedir el ejercicio pleno de su maternidad.
“El Código de Familia no nos reconoce como madres solteras, ya que no nos considera a nosotras y a nuestros hijos como una familia, aunque asumimos todas las cargas… por eso exigimos ampliar el concepto de la familia… y reclamar nuestro derecho a disfrutar de un estatus legal”, demanda Lamiaa en el libro que ha sido financiado por la Agencia Extremeña de Cooperación al Desarrollo (Aexcid) mediante el proyecto: Fortalecimiento de la sinergia y las acciones de defensa entre las mujeres migrantes y mujeres marroquíes, con especial atención a las madres solteras para fomentar la autonomía y el ejercicio de sus derechos en Tánger, Marruecos.
A este vacío legal que, probablemente se repita en muchos otros países, se le suman otras ‘agravantes’ que hacen que maternar en solitario sea una carga pesada que va mucho más allá de los gastos económicos que conlleva sostener la vida para las mujeres que, en su mayoría, son de escasos, bajos o nulos recursos económicos.
El Código de Familia tampoco les reconoce la autoridad paterna, por lo que para decisiones básicas como cambiarlos de escuela necesitan el permiso de un padre. Una situación que se complica cuando el padre no asume esa paternidad, la cual tampoco se puede demostrar porque el Código de Familia “no acepta la prueba genética como medio para probar la filiación y no obliga al padre a hacerla”.
No conforme con dejar desprotegida a la niñez de sus derechos básicos, El Código de Familia coloca sobre niños y niñas un estigma al reconocerlos como “hijos ilegítimos” que también significa perder la filiación, la manutención y la herencia.
“Este sufrimiento me ha hecho temer por mi hijo, que se pierda y temo que se convierta en una víctima en la calle, como muchos niños que son víctimas de la sociedad y de la ley”, dice Soukaina quien se posiciona contra la “discriminación entre la filiación legítima y no legítima y demanda igualdad de derechos para la niñez”.
LA VIOLENCIA SEXUAL CONTRA NIÑAS Y MUJERES
Sus relatos en anónimo o con seudónimos en el libro: ESTA ES MI HISTORIA que han presentado en Mérida con Alianza por la Solidaridad y Malvaluna (asociaciones que ejecutan el proyecto en agrupación); también revelan la violencia sexual de la cual han sido víctimas siendo niñas o mujeres adultas, así como la aberrante práctica del “matrimonio infantil”, al que se han opuesto sin lograr apoyo en su núcleo familiar.
“Me casaron por la Fatiha a la edad de 15 años, esperando la autorización del juez… Mis padres ignoraron que era una niña y me arrojaron a los brazos de un hombre mayor que mi padre”, relata Oumaima, quien al año estaba dando a luz a un niño que no reconoció el padre, por lo que ante la carencia de un documento de identidad su familia también le cerró las puertas, ahora “pido que se penalice el matrimonio de niñas por la Fatiha y que se anule la excepción que existe en el Código de Familia que permite el matrimonio de niñas con la autorización del juez porque la primera y última víctima es la infancia“.
En el caso de mujeres adultas los relatos recogidos en ESTA ES MI HISTORIA, un libro que sale a luz por el trabajo de 100% Mamans, organización social local en Marruecos, también revelan un patrón de acoso, engaño, no consentimiento que finalizan en agresiones sexuales con resultado de embarazos impuestos.
Estos hechos en una sociedad patriarcal, como la nuestra, no siempre obtienen justicia, y en el caso de Marruecos la leyes protegen a los hombres y castigan a las mujeres: El Código Penal marroquí, establece que “las personas de diferentes sexos que mantengan relaciones sexuales sin estar unidas por el matrimonio pueden ser condenadas a entre un mes y un año de cárcel“, pero además, “las mujeres que se quedan embarazadas sin estar casadas pueden ser acusadas de dedicarse a la prostitución“.
Y aunque hay casos en el que los agresores han sido procesados y condenados por la violación; la misoginia que atraviesa los cuerpos y las vidas de las mujeres por el hecho de ser mujeres las coloca en condiciones de vulnerabilidad por lo que tampoco casarse legítimamente les garantiza una maternidad digna.
UN PROYECTO INTERSECCIONAL
Las 160 páginas del libro: ESTA ES MI HISTORIA, así como los diferentes recursos que han resultado del proceso de empoderamiento y trabajo con las mujeres autóctonas y migrantes en Marruecos, evidencia que más allá de acompañarnos la misoginia por el hecho de nacer mujeres, existen otras discriminaciones -en dependencia del territorio donde se ha nacido o vive- que enfrentarán las mujeres que las ubica en situación de mayor vulnerabilidad.
“Trabajamos con mujeres migrantes y autóctonas en Marruecos en un proyecto integral, interseccional de empoderamiento para que las mujeres cambien de lugar de víctimas a defensoras. Un trabajo que busca crear alianzas entre las mujeres para pasar del trabajo individual al colectivo“, explica Oussama Chakkor, coordinador de Alianza por la Solidaridad en Marruecos.
El proyecto ha logrado impactar de manera positiva en alrededor de 150 mujeres migrantes y marroquís y sus familias que viven en Tánger.