En Nicaragua, El Salvador y Honduras abortar está totalmente prohibido, so pena de cárcel. En el resto de países centroamericanos sus legislaciones contemplan el aborto terapéutico con sus limitaciones en la práctica. Sin embargo, que exista un debate público sobre el derecho al aborto y que las mujeres protesten «libremente» demandando el respeto a sus cuerpos son algunos logros de la resistencia feminista ante la nueva ola de autoritarismos y fundamentalismo en la región. El cambio generacional dentro del movimiento feminista es una pieza clave para comprender cómo en Centroamérica- una región desigual y con alta criminalización de las defensoras- las mujeres no ceden; valora la guatemalteca, Ada Valenzuela, miembro del Colectivo Las Libélulas. “Son las mujeres jóvenes, feministas, las que están levantando la agenda y la bandera verde por toda la América Latina, y eso, creo yo, que es producto de los caminos abiertos por las generaciones de feministas”, expresa. En Guatemala el aborto terapéutico está permitido únicamente cuando la vida de la mujer está en riesgo. Con datos del Observatorio en Salud Reproductiva, el informe mundial de Human Rights Watch 2023, registra más de 60,000 -incluidas menores de 10 y 14 años- embarazos de adolescentes y niñas hasta julio 2022. “La propiedad de nuestros cuerpos y el que el Estado, y especialmente, los hombres que dirigen esos Estados, estén controlando nuestros cuerpos y territorios, creo que sigue siendo una lucha terrible”, apunta la feminista Valenzuela. Esa lucha por conquistar los derechos reproductivos de las mujeres, que se ha logrado en países como Argentina o México, también se vive en Honduras donde estos logros de la llamada «marea verde» ha provocado una reacción contra los derechos de las mujeres, al permear la legislación ante futuras reformas que permitieran la despenalización del aborto en tierra catracha. «Prohibido e ilegal la práctica de cualquier forma de interrupción de la vida del que está por nacer, a quien debe respetarse la vida en todo momento», se lee la reforma a la Constitución hondureña realizada en 2021 que agrega que «serán nulas e inválidas las disposiciones legales que se creen con posterioridad a la vigencia del presente artículo que establezcan lo contrario». La feminista del Centro de Derechos de Mujeres de Honduras, Regina Fonseca, reconoce que en su país “estamos totalmente atrás”, con medidas regresivas. Y aunque los movimientos tienen décadas de resistencia, especialmente, en derechos sexuales y reproductivos, aún hay “mucho camino por delante”. La gran diferencia, señala, es que ahora las mujeres “tenemos más fortalezas” para continuar la labor de incidencia, expresó. Cárcel y muerte en El Salvador Beatriz desafió al estado salvadoreño en 2013. Por orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), El Salvador accedió a practicarle un aborto legal, tras haberle negado ese derecho, a pesar que su vida estaba en riesgo. Su caso evidenció la desprotección de las mujeres y la persecución de la que son víctimas en un país con una de las legislaciones más restrictivas del planeta en materia de justicia reproductiva. Morena Herrera es defensora del derecho al aborto y asegura que el primer cambio que se ha logrado desde el trabajo de las organizaciones frente a casos como el de Beatriz, es el derecho a “poder hablar de la problemática”. “Hablar, denunciar, sacar a la luz esa realidad vinculadas- como la criminalización de mujeres por emergencia obstétricas- y la consecuencia de la penalización absoluta del aborto. Hemos tenido debates sobre la despenalización por causas específicas y la despenalización como la posibilidad de que las mujeres puedan decidir como un derecho…”, sostiene. Y continúa: “reconociendo que tenemos realidades distintas porque las mujeres somos diferentes”. Entre septiembre 2021 y 2022, la justicia salvadoreña liberó a seis mujeres que habían cumplido entre 6 y 13 años de prisión por cargos de aborto, homicidio u homicidio agravado, indica Human Right Watch. Otras mujeres, algunas con abortos espontáneos o emergencias obstétricas, fueron condenadas a elevadas penas de prisión. “En junio de 2022, un tribunal condenó a 50 años de prisión por “homicidio agravado” a una mujer que había tenido una emergencia obstétrica”. “Esta criminalización ha significado para muchas mujeres encarcelamiento, investigación judicial, persecución y para personal médico una gran tensión entre tener que denunciar a una paciente y su deber de cuidarla y asistirla”, denunció Herrera. ‘Las abortistas’ perseguidas en Nicaragua Mientras tanto, en Nicaragua el aborto sigue prohibido desde 2007. Y actualmente se desconoce cuál es la situación de la problemática. “Es un país fantasma en términos de organizaciones de mujeres”, dice “Karla”, feminista nicaragüense, y testigo del desmantelamiento del tejido social ejecutado por el régimen orteguista desde las manifestaciones cívicas de 2018, y quien no se identifica por la persecución de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Las organizaciones de mujeres lucharon por la necesidad de despenalizar el aborto terapéutico por algunas causales, pero desde 2018 ha sido imposible mantener el tema en la agenda pública, lamenta “Karla”. Este activismo por el derecho a decidir de las mujeres las puso en la mira de la dictadura, y especialmente, de la vicepresidenta Rosario Murillo, que las ha señalado de promover el aborto y hacer negocios. En un discurso de 2020, Murillo justificó el cierre de las Comisarías de la Mujer- bajo el control policial y partidario del Frente Sandinista- que estas eran usadas por las organizaciones feministas para “promover esas malas prácticas”. “Hemos sido acusadas por defender el derecho a la vida en el vientre materno… Había quienes tenían el negocio, clínicas, para acabar con la vida de niños no nacidos encubierto, por supuesto, con una cultura desarrollada, decían… muy progresistas, cuando en verdad lo que están haciendo es queriendo negarle al ser humano el derecho a la vida”, tronaba Murillo desde los medios oficialistas propiedad de sus hijos. Ese discurso de odio es parte de la persecución contra las feministas que señalaron el retroceso de la prohibición del aborto terapéutico, contemplado desde 1837 en el Código Penal que, aunque no esté regulado, no significa que no se practique. “Karla” explica que el