Precariedad y pobreza: Los efectos de la pandemia del coronavirus en la economía de las mujeres

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La economista feminista, Clara Murguialday prevé que no habrán cambios a mediano plazo entre 2 y 4 años de no tomar medidas urgentes.
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Lamenta que la sociedad española olvidara “tan rápido” el valor de los cuidados al punto de no registrarse (hasta ahora) ningún cambio positivo en este sector.
La lucha por alcanzar la igualdad económica entre hombres y mujeres en España llevará más tiempo del estimado, tomando en cuenta que durante la pandemia del coronavirus la situación de desigualdad ensanchó la brecha de género hasta un 36.7% en 2021.
El empleo temporal, parcial, mal remunerado, precario, altamente feminizado; así como el desempleo han precarizado aún más, la golpeada economía de las mujeres, aunado al desempleo que incrementó el riesgo de caer en pobreza, en especial para 1,800,000 familias monomarentales que lo “han visto reducida su capacidad adquisitiva”.
Conversamos sobre esta situación y la sobrecarga en la tarea de los cuidados para las mujeres con la economista feminista, Clara Murguialday para la campaña ‘Luchando juntas por nuestros derechos” de la Asociación de Mujeres Malvaluna en el marco del proyecto «Juntas por la construcción y transformación de una cooperación feminista» de la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional al Desarrollo (AEXCID), implementado por la agrupación, Feministas Cooperando.
¿Cómo describirías el impacto de la pandemia en la economía de las mujeres?
La pandemia ha dejado como resultado un aumento de la precariedad laboral de las mujeres y tiene que ver con los sectores más feminizados. El ejemplo más claro es el sector de las trabajadoras de hogar y de cuidados. En el estado español se calcula que hay 600 mil trabajadoras del hogar de las cuales, una tercera parte no tienen contratos y en su mayoría son mujeres migradas. Este sector ha sido uno de los más golpeados por la pandemia porque se quedaron sin trabajo; las que se quedaron trabajando empeoraron sus condiciones, pasaron a trabajar como internas y no se les aumentó el salario. Se pasaron dos o tres meses sin salir de la casa.
Un segundo efecto, es el aumento de la pobreza que afecta mucho más a determinados sectores como familias monomarentales. Quienes más lo han sentido son el 1,800,000 de familias monomarentales que perdieron el empleo. El tercer efecto, ha sido el riesgo para su salud. No es ninguna casualidad que los sectores más expuestos al contagio sean sectores laborales muy feminizados: enfermería 85%; personal de limpieza 100%; farmacias 70%; limpiadoras de empresas, hoteles y hogares 90%; cajeras de supermercado 85%.
Todos estos sectores han sido sectores esenciales que han estado trabajando durante la pandemia y que ponían a las mujeres trabajadoras en primera línea de riesgo de enfermarse.
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¿Consideras que estos impactos se sostienen en el tiempo o ya está superado?
Estos impactos no han sido solo de corto plazo. No los podemos circunscribir al año 2020 o primeros meses del 2021 creo que esta mayor precariedad para los sectores laborales feminizados ha llegado para quedarse. Y ese aumento de las cifras porcentuales relativas de pobreza de las mujeres es una situación que va a ser así en el medio plazo y que habrá que tomar medidas muy específicas para contrarrestarlo.
¿Cuál es el impacto que tiene en la brecha salarial y laboral?
La brecha salarial entre hombres y mujeres no viene de que las mujeres y los hombres estén cobrando distinto por hacer el mismo trabajo. La mayor parte de la brecha salarial proviene del desigual acceso a puestos de trabajo por parte de hombres y mujeres, y en este caso se ve muy claro que, en los sectores laborales, las categorías ocupacionales más inferiores y precarizadas son mayoría las mujeres. Y estoy hablando de contratos temporales y a tiempo parcial que el 74 % lo tienen mujeres.
La tasa de trabajo temporal que tenemos en España es muy alta y lo ha dejado la pandemia y la forma de gestionar la crisis que ha llegado con la pandemia, y da la casualidad que ahí también la mayoría de las trabajadoras son mujeres que repercute en los salarios reales obtenidos y al compararlo con el salario real de los hombres -que siguen estando en el trabajo asalariado, formal, de jornada completa, en sectores que no han sufrido tanto la pandemia y la crisis- pues claro la brecha salarial aumenta, es evidente.
¿Cómo valoras la respuesta frente a la pandemia?
Como no ha podido ser de otra manera ha tenido un sesgo de género. En términos laborales-económicos la respuesta ha sido doble.
Por un lado, salvar el empleo formal y las políticas paliativas: subsidios, ayudas de emergencia. Los ertes, en el empleo formal para que las empresas no hicieran despidos y pagáramos toda la ciudadanía los salarios de esas personas trabajadoras que eran mayormente hombres o sea que se ha salvado el empleo formal, y el empleo autónomo a base de subsidio, subvenciones, excepciones de pagar el IVA, etc., pero precisamente en los sectores donde se concentran los hombres trabajando.
Y, por otro lado, políticas paliativas que han descansado sobre todo en los ayuntamientos desde bonos de comida hasta ayudas de emergencias para sectores empobrecidos que por definición están más feminizados. Es una ayuda puntual, un bono al supermercado, una ayuda de emergencia para pagar el alquiler del piso durante 6 meses, muy puntuales y paliativos de la pobreza.
¿Ese 1,800,000 familias monomarentales del estado español a qué políticas han accedido?
Una respuesta que nos ha costado muchísimo dinero a la ciudadanía porque no olvidemos que las empresas se han sostenido con el dinero de toda la ciudadanía, que sus trabajadores han recibido salarios, que las empresas no podían cerrarse y lo dramático es ver las noticias con los millones de beneficios que han hecho algunas empresas.
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Durante la pandemia se habló mucho de poner los cuidados en el centro ¿Consideras que ha habido una reconfiguración o por lo menos un nuevo punto de partida para hacerlo en cuanto a cuidados no remunerados a lo interno de las familias?
La pandemia nos dejó muy claro desde el primer minuto que iba a poner en el punto de mira el tema de los cuidados. Durante la pandemia, nos escandalizamos mucho, pero no hemos sacado la revisión correspondiente.
En cuanto al sistema de cuidados no remunerados se ha intensificado la asignación a la familia y a los hogares. Se han feminizado más de lo que estaban porque las mujeres que no realizaban trabajo de cuidado porque podían pagarlo, al quedarse en casa teletrabajando comenzaron a cuidar o se quedaron sin empleo. Se ha refamiliarizado y se ha privatizado más aun en los hogares porque no se han puesto en marcha sistemas colectivos de cuidado, no se ha pensado como desde la comunidad se puede cuidar a las criaturas. No se han tomado medidas que ayuden a colectivizar de alguna manera ese trabajo y no estoy pensando en ponerlo en el mercado sino en el barrio, en mantener algunas prácticas que se hicieron durante la pandemia, algunas experiencias muy bonitas que se hicieron de autocuidado social comunitario. Todo el sistema de cuidados no remunerados ha salido perjudicado, ha salido peor de lo que estaba antes. Mas privatizado, más feminizado y más refamiliarizado.
No se ha revisado el sistema de residencias para las personas mayores. Creo que hemos olvidado demasiado rápido todas las cosas que pensamos en aquellos meses que teníamos que revisar y cambiar. Y luego nos han venido los aires de la recuperación económica, con los dineros de Europa y hay que ponerse a la recuperación, y ese dinero está yendo a terminar para grandes empresas y proyectos, pero no hay ninguna propuesta de aprovechar el dinero para hacer del sector de cuidados un sector público y remunerado más sólido, mejor pagado.
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¿Qué pasa cuando hablamos de las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras en los cuidados? ¿Y de las mujeres migrantes?
Pues mira, creo que, tú y yo sabemos que es el sector que peor lo ha pasado. No encuentro otras palabras que decir que han sido abandonadas. Nos pasamos los primeros meses viendo como caían todas las medidas a las empresas, pequeñas y medianas, y autónomos, y las trabajadoras de hogar nada, no llegaba nada. Luego, desde el Ministerio de Igualdad para aquellas que tenían contrato se pensó en algún tipo de subvención, pero minúscula y tardaron en cobrarla.
Es un sector que no tiene derecho a paro, una tercera parte no tiene contratos, están al albur de lo que les diga el empleador porque como muchas de ellas no tienen papeles y contratos, están irregular administrativamente, precarias, no se atreven a denunciar entonces están en la mayor impunidad.
Se escribió mucho sobre el tema, se dijo mucho, se denunció, pero ¿ha cambiado algo la política del gobierno español, por ejemplo, a firmar el convenio de la OIT? No ha cambiado nada. ¿Ha cambiado algo las condiciones de regularización de mujeres que llevan hasta 5 años viviendo y no consiguen papeles? No ha cambiado nada, y esa es la parte frustrante y deprimente.
Es un mecanismo perverso para hacer accesible a los hogares españoles el trabajo doméstico remunerado, realizado por una mujer mayormente migrada y mayormente en situación de irregularidad administrativa para que pueda ser explotada, no cobre ni el mínimo, y no salga ni a organizarse ni a protestar y por qué crees que no protestan las familias españolas porque les conviene.
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¿Podemos ir concluyendo que la COVID representa un estancamiento o retroceso en materia de la autonomía económica de las mujeres?
Creo que a nivel de desarrollo económico mientras los sectores más feminizados sigan siendo más precarizado va a afectar su autonomía económica. Se ha estancado el desarrollo y tendrían que tomarse medidas muy específicamente dirigidas a esos sectores para revertir la tendencia.
Y en este punto: ¿Qué medidas son necesarias para una recuperación igualitaria?
Como feminista no tengo otra cosa que decir que mientras no pongamos los cuidados en el centro no va a haber ninguna recuperación igualitaria. A la pregunta de cómo saldremos de esta nueva crisis de cuidados tenemos 3 posibles respuestas:
La primera es, ir hacia atrás en los derechos conquistados por las mujeres, es decir profundizar en la refamiliarización de los cuidados, más retorno de las mujeres al hogar a medida que la crisis arroje más mujeres al desempleo, a medida que la doble jornada se refuerce para las que teletrabajan de manera permanente, es posible un retroceso en derechos conquistados.
Una salida más probable es hacer una reforma mínima al modelo actual de cuidados que resuelva algunos de los problemas más urgentes, pero que deje intacta la esencia del modelo. Un poco más de control público de las residencias privadas; más presencia de los servicios públicos en atención a mayores; mejoras en condiciones laborales de trabajadoras del hogar que pasa por regularizarlas y ratificar el Convenio 189; apelar a las empresas y administraciones para que implementen incentivos a la conciliación: hogar trabajo, prestaciones por cuidados de menores, horarios flexibles. Un paquete de medidas que reforme el modelo de cuidado actual, sin modificar la esencia del modelo privatizado, feminizado y familiarizado.
Y una tercera salida que, como feminista apuesto, pero no la veo en el horizonte que es poner el cuidado de la vida en el centro, como reclamamos las feministas hace décadas y como se ha entendido durante la pandemia al declararlo como trabajo esencial para la vida. Tendríamos que asumir que el derecho a recibir cuidados dignos y brindarlos libremente es un derecho universal de todas las personas como seres vulnerables e interdependientes que somos.
Y surge de construir un sistema interdependiente de cuidados que no dependa de los fondos buitres, hará falta que los hombres cambien su actitud hacia los cuidados y hagan su parte en los hogares; que se tomen en serio la posibilidad de proveer cuidados desde la comunidad, del barrio, asociaciones, movimientos, etc.
*Entrevista por Maryórit Guevara para la campaña: Luchando juntas por nuestros derechos de la agrupación Feministas Cooperando de Extremadura.
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